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PERRO/PADRE

(Escena, flashback).


8 años / 1999. Han encontrado una bolsa negra metida en una caja en el sótano de casa. Adentro hay una gallina, una gallina negra, muerta. Vion ha dejado de comer. Así se llama mi perro. Es un pastor alemán. Lleva varios días así. Luego, ya no quiere caminar. Se ha quedado en ese rincón, debajo de las escaleras. No se quiere mover o no se puede mover. ¿Qué te pasa Vion, dime qué te pasa? Me mira con sus ojos grandes, tristes. Por la noche, desde mi cuarto, oigo a mamá decir: Nos han hecho brujería. Mi perro. Mi perro Vion está enterrado en el jardín de esa casa. Pregúntenle a mamá.


Siempre pensé que este suceso aparentemente inexplicable estaba relacionado con alguna persona que quería dañar a mi padre y por lo tanto, a su familia. Nunca se me ocurrió escarbar detalles de esta situación. Podría preguntar, pero… la verdad, a veces es mejor no saber. Frecuentemente, suelo pensar que cada acontecimiento que marcó mi vida está relacionado con mi padre, y no precisamente de una forma positiva.

En mi familia hemos tenido muchos perros, a uno lo embrujaron, otros se escaparon y a otros se los robaron; cuenta la vieja historia que el barrio donde vivíamos, donde las casas eran todas grandes y casi todos tenían al menos un perro de raza en casa, quedaba a los pies del cerro Pamplona, de donde bajaban y se robaban a muchos perros de la zona para venderlos.


Vion, Ron, Vodka, Whisky, Spike, Chiquito, Max, otra vez Spike, fueron los nombres de mis perros. Los perros de la familia Enriquez. Los perros de mi papá. Todos machos. Más de una vez, el regalo de cumpleaños de mi padre fue un perro. Esa es la explicación de que muchos de estos canes tengan por nombre una bebida alcohólica. Curioso. Quizá he encontrado una forma “romántica” de decir que mi padre bebía mucho y que es una característica, y hasta la forma en la que recuerdo a mi padre en mis años de infancia. Es decir: borracho.


Todavía recuerdo un 3 de diciembre, llegada la noche, mi padre tomando ron con Coca Cola y hielo, en el sofá blanco de la sala. Mi madre, mi hermano y yo, en el dormitorio poniéndole un lazo de cinta roja al pequeño bóxer que compramos y que revoloteaba inquieto encima de la cama de mis padres. Bajamos emocionados con el regalo, instantáneamente el pequeño bóxer se soltó y se lanzó hacia mi padre, volcándole el vaso de alcohol encima; mi padre con la sonrisa más grande que vi, sentenció: Ron, se va a llamar Ron.

Mi padre nunca se hizo cargo de ninguno de sus perros, no les daba de comer, no los sacaba a pasear. Siempre fue mi madre o Chelita, la nana, la que se encargaba de alimentarlos. Sin embargo, era alucinante la conexión y el amor que se generaba entre cada perro que pasó por mi casa y mi padre. Siempre envidié esa capacidad de mi padre de portarse mal y aun así ser muy querido. Por todos, no solo por los perros. Mi padre es ese perro viejo que te ladra mucho, y también es ese viejo engreídor que te tira huesos por debajo de la mesa, aunque le hayan dicho que eso te hace daño. Porque te quiere, porque esa es su forma de querer.


Y porque de alguna u otra forma cada vez que escribo, lo escribo a él.

Mi perro/padre.






 
 
 

댓글 1개


Gladys Gomez Chavez
Gladys Gomez Chavez
2021년 4월 07일

Dramatica eres muy buena escribiendo y describiendo, continua haciéndolo📝

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